Entre borradores #1 – Desafíos creativos en la composición de “Los nombres secretos”
Notas y aprendizajes de un escritor en formación
Hola, amigos,
Hace unas semanas escribí un cuento sobre dos niños que se conocieron en un sueño. Por ahora es mi cuento favorito, un cuento sencillo y entrañable; más que nada por saber de dónde vino.
🔗 (Puedes leer el cuento completo aquí: Cuento #4 - Los nombres secretos)
La idea de “Los nombres secretos” surgió de la realidad. Una mañana vi llegar a uno de mis alumnos de cuarto año, con cara de cansancio, arrastrando la mochila. Enseguida se acercó a mí y se puso a llorar. Le pregunté qué le pasaba, al principio no pudo decirlo. Sólo después de tranquilizarse me dijo que se sentía muy triste, porque había conocido a su mejor amigo en un sueño, anoche, y sabía que nunca volvería a verlo.
Me quedé pensando cómo él lloraba por un sueño. Pero si un sueño —una pesadilla— puede asustarnos, ¿por qué no hacernos llorar? Elegí hacer un cuento de esa anécdota, primero, porque me interesa el tema de la infancia, es una etapa que ayudo a cuidar y la considero digna de ser vista. Segundo, porque el tema del amigo en el sueño conecta con mi experiencia. Hace muchos años yo también soñé con un amigo al que nunca he conocido y todavía espero encontrar. Es lamentable perder a una persona que ni siquiera existió.
Pero una anécdota no funciona como cuento sólo porque sí. Necesita una estructura de cuento, una “vuelta de tuerca”. No sólo podía contar la anécdota del alumno que llegó llorando por su amigo en el sueño; esa “vuelta” era indispensable. Se me ocurrió la pregunta: ¿Qué pasaría si su amigo en el sueño fuera alguien a quien ya conociera y se encuentran en la realidad? Con esto en mente, nunca pensé que lo adecuado fuera otro niño, compañero suyo o un amigo que ya tuviera, pues eso caería en el lugar común y lo ya esperado. Me vino la idea de alguien que estuviera en desfase temporal con respecto a su edad; esto, además, constituiría un juego del pensamiento: soñar con alguien que soñó contigo muchos años antes de que existieras.
A partir de eso, busqué elementos que conectaran el inicio con el final, de manera que no pareciera abrupto ni arbitrario.
El título “Los nombres secretos” lo extraje de una de las frases del texto: “…nadie más debía conocer cómo se llamaban. Los dos estuvieron de acuerdo y juraron nunca decir sus nombres secretos.” Al principio había pensado llamar el cuento “Los amigos del sueño” y también se me ocurrió “Los dos amigos”, pero ninguno de estos títulos prosperó, se me hacían comunes y su sonido me desagradaba.
Con sinceridad, hasta el momento desconozco si el final se entiende del todo; yo creo que sí. Traté de hacer lo mejor que pude, pero no he recibido ningún comentario de si se entiende o no. Los elementos ahí están para interpretarlo. Asimismo, a veces temo que las partes del sueño al inicio del cuento se vean un tanto realistas, pero tampoco quise usar imágenes muy extrañas, puesto que no constituyen el foco de la narración; preferí lo sencillo.
“Los nombres secretos” se ha convertido en un cuento muy querido para mí, porque me recuerda al alumno que conocí y su historia complicada, no sólo por la que llegó llorando, sino sus problemas en la escuela y su salud en esos días. El cuento me recordará a ese niño que fue tan buen pana para mí y a quien, por cierto, acabo de despedir el día de ayer, al final del ciclo escolar.
¿Alguna vez has recibido tú inspiración de un sueño, tuyo o de alguien más? ¿Cómo le has dado forma de cuento?
Gracias por leer.
En mi reto, actualmente llevo 9 de 52 cuentos.
Mi intención es que nos leamos la próxima semana; eso espero.
—Augusto